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UN CORAZON CONTRITO Y HUMILLADO




«Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no

despreciarás tú, oh Dios». Salmos 51:17


En este versículo encontramos la Joya que el mundo ha perdido y me atrevo a decir que

muchos cristianos también: “Dios no quiere rituales, no se complace en cuanto podamos

hacer para caerle bien o ponernos a cuenta de nuestros pecados”, “Él solo recibe y abre la

puerta a los de corazón contrito y humillado”.


La base en la oración de David fue que la realizó con un corazón realmente arrepentido y un

profundo dolor en su ser por haber fallado a Dios y esta “carta de presentación” tiene como

resultado que nunca seremos rechazados o despreciados por Dios. Cuando existen los

sentimientos de rechazo, al presentarnos ante su trono, no son nada más que nuestro flojo

y vacío acercamiento a Él y eso ocurre porque solo lo hacemos por religiosidad o ritualismo

y no con intenciones genuinas en nuestro corazón.


El verdadero arrepentimiento está íntimamente conectado con una sincera actitud del alma.

Este salmo nace desde un corazón contrito y humillado, ese es el estado en el que tenemos

que correr a Dios ya que la humildad es el camino que aplasta nuestro orgullo. Cuando

somos arrogantes nos paramos en otra vereda que inevitablemente nos conduce a la caída

y destrucción (Pr 16:18). El orgullo y la soberbia son características de un corazón

gobernado por el pecado y se encuentra en oposición al corazón que Dios acepta.


Acercarnos a Dios es la meta, llegar ante su presencia tiene que ser nuestro mayor deseo,

pero debemos hacerlo en humildad y reconociendo nuestra condición: “somos pecadores/

hemos pecado/ necesitamos ser restaurados”.


El corazón contrito es aquel que tiene dolor y pena por la falta que ha cometido, no le

alcanza solamente con saber que ha pecado, sino que su aflicción lo lleva al

arrepentimiento. Por otro lado, el corazón humilde es aquel que reconoce ante quien se está

presentando y el peso de su pecado lo humilla porque sabe que está ante un Dios Santo. La

característica primaria de este corazón es que está hecho pedazos por su pecado y

reconoce que necesita misericordia al confesar su falta.


El creyente necesita salir de la dureza de su corazón (orgullo) y del ritualismo religioso. No

debemos tomarnos livianamente nuestro pecado y hacer como si no pasara nada. No existe

un verdadero arrepentimiento si solo pedimos perdón por inercia o por liberar nuestro cargo

de conciencia, esa actitud sería desacertada y no concuerda con un creyente verdadero.

La obra del E. Santo en nuestras vidas es mostrarnos la falta que hemos cometido y

llevarnos hacia nuestro salvador, pero también es el Espíritu quien humilla y contrista

nuestra alma para llegar ante su presencia con el corazón correcto : “No despreciaras tu, oh

Dios”.


No hay rechazo del cielo para los quebrantados de corazón.


«El Señor está cerca de los que tienen quebrantado el corazón; él rescata a los de espíritu destrozado». Salmos 34:18 (NTV)


Bendiciones, Pr Denis.


 

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